El proceso legal que se ha seguido contra estos cinco antiterroristas está siendo uno de los más prolongados y más sinuosos –por el cúmulo de arbitrariedades promovidas por el poder ejecutivo- en la historia judicial de Estados Unidos.Esta historia comenzó en los años 90 del siglo XX, tras la caída del bloque socialista en Europa, cuando Cuba, necesitada de suplir la pérdida de ese mercado, el mayor en su comercio exterior y fuente casi única de créditos, optó por promover el turismo y la inversión extranjera como estrategia de supervivencia económica.
En Estados Unidos, los grupos contrarrevolucionarios cubanos financiados, entrenados y dirigidos por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) arreciaron su guerra terrorista contra Cuba, en especial contra objetivos relacionados con el turismo y la inversión extranjera en la isla. Se llevaron a cabo acciones con explosivos contra algunos de los mejores hoteles y restaurantes de Cuba por mercenarios contratados en terceros países, a través de Miami. Las autoridades estadounidenses nada hacían contra estas formaciones terroristas.
Cuba, en legítima defensa, asignó a un grupo de jóvenes escogidos entre los millones con similares condiciones con que cuenta el país, la riesgosa tarea de infiltrarse, desarmados, en las filas de esas agresivas organizaciones mafiosas de Miami, para monitorear sus preparativos terroristas a fin de denunciarlos y así neutralizarlos.
Los resultados de ese peligroso trabajo fueron puestos en junio de 1998 a disposición del entonces presidente Bill Clinton por el escritor colombiano Gabriel García Márquez a solicitud del entonces presidente cubano Fidel Castro. Así llegó esa información al FBI que, de inmediato, en vez de arrestar a los terroristas, apresó a los antiterroristas.
Luego ha habido una sucesión de arbitrariedades que han enlodado el prestigio del sistema judicial estadounidense y, de paso, agravado el desprestigio de los medios de prensa en la nación, que prácticamente han hecho del proceso un secreto absoluto. Según encuestas, más del 90% de la ciudadanía no ha oído, visto o leído jamás información alguna acerca de éste, uno de los escándalos que mayor divulgación merecería en un país que alguna vez se proclamó paladín de la libertad de prensa.
Contra ellos, las autoridades de Washington han intentado de todo, aprovechando su situación de extrema indefensión. Incluso les han formulado, tanto al efectuarse los arrestos como recientemente, a lo largo de los once años transcurridos, reiteradas propuestas de colaboración y traición a su patria -que ellos han rechazado con vehemencia- a cambio de más benévolas sentencias.
Fernando González, René González , Antonio Guerrero, Gerardo Hernández y Ramón Labañino, son jóvenes intelectuales cubanos plenos de ideales de justicia y patriotismo que asumieron la heroica tarea con total conciencia de los peligros y la cumplieron exitosamente.
Su audaz acción sirvió para desarticular planes criminales de lesa humanidad y salvar cientos o miles de vidas de civiles, no solo en Cuba, sino también de Estados Unidos, ya que, si bien la campaña terrorista contra Cuba ha costado a la isla 3 400 muertos en los últimos 50 años, a estos grupos de mercenarios cubanos manejados por la CIA se atribuye participación en más de 360 hechos terroristas en territorio de EE.UU. desde 1959, entre ellos, el magnicidio de John F. Kennedy.
Los Cinco ostentan ya el título de Héroes de la República de Cuba como justo reconocimiento de sus compatriotas y han sido propuestos por organizaciones pacifistas de diversas partes del mundo para el Premio Nobel por la Paz, del que serían merecedores legítimos.
En las graves condiciones carcelarias, no ha decrecido el talento artístico, técnico o político que bullía en ellos cuando fueron apresados. Por el contrario, se les desarrolla cada vez más, en la medida en que su ejemplo se extiende, más allá de las nuevas generaciones de cubanos, a otras juventudes del continente que aspiran a ser como ellos.
Junio de 2010. |