TERRORISMO ES LO CONTRARIO DE REVOLUCIÓN (II)
Por Manuel E. Yepe

Durante el levantamiento insurreccional en Cuba contra la dictadura de Fulgencio Batista sostenida por Washington, junto a la contienda guerrillera que se libraba en las montañas, se combatía en Cuba otra muy riesgosa lucha clandestina en las zonas urbanas del país que contribuyó decisivamente al triunfo popular de 1959.
Actores principales de la lucha revolucionaria urbana eran
combatientes de las mismas organizaciones revolucionarias que al terminar la guerra en la plenitud de un proceso de unificación de sus filas, es decir, del Movimiento 26 de Julio encabezado por Fidel Castro; los clandestinos del Directorio Revolucionario creado por la Federación Estudiantil Universitaria y liderado por su presidente, el estudiante de arquitectura José Antonio Echevarría, y las fuerzas de la Juventud Socialista, formación del Partido Socialista Popular (marxista leninista) muchos de cuyos militantes apoyaban la línea de lucha armada antes de que ésta fuera la forma principal de combate trazada por la dirección nacional del PSP.
Estas tres mayores formaciones políticas surgieron de manera aislada pero se fueron uniendo en la medida que lo permitía la identidad cada vez más evidente de sus objetivos revolucionarios y la conciencia de las ventajas que a la lucha aportaba esa unidad. Actuaban en un número creciente de urbes, en la realización de propaganda política para promover la lucha armada patriótica; realizaban propaganda armada que incluían detonaciones con explosivos, sabotajes a la producción y los servicios; interrumpían las comunicaciones y el transporte para perjudicar la actividad económica de los grandes empresarios ajenos al esfuerzo patriótico contra al régimen dictatorial; captaban recursos mediante aportes voluntarias de fondos económicos para aprovisionar los frentes guerrilleros y la actividad combativa urbana cuidando de que los aportes no estuvieran contaminados con dineros mal habidos; cobraban impuestos a entidades ubicadas en zonas que eran liberadas y enfrentaban directamente a las fuerzas armadas de la policía y el ejército, entre muchas otras funciones.
Ciertamente era una actividad extremadamente peligrosa para los revolucionarios, no solo por la brutal represalia de las fuerzas policiales de la tiranía que incluía bárbaras torturas a los nuestros que capturaba, sino también por los riesgos que derivaban de la manipulación de los explosivos.
Los combatientes clandestinos tuvieron que lamentar la muerte de algunos de los más valientes y decididos compañeros de lucha a causa de accidentes en la manipulación de las armas o explosivos, pero nunca hubo, que yo conozca, casos de civiles (no combatientes) fallecidos o heridos a causa de irresponsabilidades propias gracias porque tenían como una cuestión de principios evitar acciones demasiado riesgosas para los no combatientes.
Por eso es recomendable desconfiar de las informaciones que vinculan a los movimientos populares de resistencia en cualquier parte del mundo con el terrorismo y examinar cada caso a la luz de las motivaciones y los objetivos de sus combatientes, así como de las circunstancias en que se libra la lucha.
Washington aprueba sin recato dictaduras amistosas (“friendly dictatorships”) al tiempo que aplaude, promueve y financia acciones terroristas de sus aliados y de sus propias organizaciones de inteligencia y contrainteligencia, al tiempo que se presenta como líder de una guerra contra el terrorismo que cada vez es más rechazada o recelada por los pueblos.
El terrorismo nunca podría ser un método de lucha de los
revolucionarios porque es contrario a los intereses y aspiraciones de los pueblos y jamás podría identificársele con una causa popular. Es por eso que resulta cada vez más fácil y posible identificar la diferencia entre el terrorismo y los métodos irregulares de lucha revolucionaria que, cínicamente, los regímenes opresores tratan de equiparar.
Las verdaderas revoluciones han que caracterizarse por tener la admiración de sus propios pueblos por su humanismo y por eso mismo son respetadas hasta por aquellos a quienes combate.
Ha de ser motivo de orgullo de los cubanos y admiración de otros pueblos el hecho de que no obstante haber sufrido Cuba millares de muertes a causa de actos de terrorismo organizados y financiados desde el territorio de Estados Unidos, jamás las autoridades de la isla han acudido a tan deleznables métodos para su defensa o contraataque ni siquiera en las situaciones más extremas.
Y es que el terrorismo, como método de lucha, es propio de fanáticos o de criminales que pretenden el bien propio en detrimento del bien común, o de ambiciosos de poder y de riquezas que desprecian a los demás. La tortura de prisioneros jamás podría ser el método de los revolucionarios, que solo merecen tal calificativo si son luchadores por el bienestar y la dignidad humana.
Enero 5 de 2020